5 de juliol del 2011

LA FAMILIA LESBOBARENTAL: ¿REINVENCIÓN DE LA FAMILIA? - Silvia Donoso

El eje central de esta tesis gira en torno a la familia lesboparental. Se trata de indagar sobre sus prácticas e ideas, lo que las mismas tienen de continuidad y cambio, de asimilación y ruptura con las formas tradicionales de familia en nuestra cultura; y hacerlo en el marco de un entorno legal y social que ha cambiado significativamente en los últimos años y que ha implicado una continua modificación de estrategias.
Para ello en la tesis se abordan diferentes aspectos: el ámbito legal, la lesboparentalidad (derecho a elegir, la elección de la maternidad, el acceso a la maternidad y la definición de la maternidad); la familia lesboparental (definición, relaciones y funcionamiento, coming out a los propios hijos e hijas, patrones residenciales, etc.); la interacción social (redes de soporte, relaciones, etc.); y el idioma del parentesco.

Situar la tesis
Esta investigación se inicia en 1994. El grueso de los datos etnográficos fue obtenido durante el trabajo de campo realizado en Barcelona entre 1995 y 1998. El grupo bajo estudio lo constituía mujeres lesbianas que en el momento de la entrevista formaban parte de relaciones lésbicas dentro de las cuales, y de mutuo acuerdo, se querían incorporar o habían incorporado niños y/o niñas a través de procesos de inseminación o adopción. Se entrevistaron a 24 informantes clave
Durante parte del 2002 y del 2003 se hace una actualización de los datos etnográficos, contactando con parte de las informantes para conocer cómo había sido la evolución de sus familias en un entorno social que había cambiado significativamente.
En este momento se está haciendo una última actualización, entrevistando tanto a antiguas informantes como a nuevas informantes que han incorporado niños y/o niñas a sus familias lesboparentales en un contexto legal y social muy diferente.

LA LESBOPARENTALIDAD
La presentación pretende apuntar algunos elementos en relación al proyecto lesboparental, conocer los factores que inciden en la elección, cuáles son las consideraciones que se realizan en el proceso de reflexión, en qué fundamentan sus elecciones, o cuáles son sus estrategias.
Apuntar en primer lugar que las familias lesboparentales como categoría de análisis surgen a finales del siglo XX. Estas familias participan de las transformaciones que resultan de la pluralización de las relaciones de intimidad y la privatización de las elecciones familiares, en que también proliferan las familias unipersonales, monoparentales, reconstituidas o las parejas cohabitantes.
Lo que tiene de novedoso la familia lesboparental no es la maternidad lésbica en sí misma, ya que muchas lesbianas han sido madres previamente, muchas en el marco de relaciones heterosexuales, sino escoger la maternidad como parte de un proyecto de pareja, en que la misma es objeto de una voluntad compartida: se trata de criar un hijo o una hija juntas.
Entre aquellas mujeres que optan por la maternidad, ésta deviene una decisión consciente, reflexiva e intencional; una elección deseada, buscada, planificada y responsable.
En los procesos de reflexión sobre la maternidad están presentes muchas de las consideraciones que puede realizar cualquier mujer que desea ser madre en la actualidad: tener estabilidad laboral/profesional y la seguridad económica. Las mujeres lesbianas también participan de las transformaciones sociales que resultan de los cambios producidos en las prioridades de las mujeres tras su incorporación al mercado laboral y su creciente autonomía, y que han resultado en una postergación de la maternidad. Pero este retraso de la maternidad no está libre de consecuencias: el tiempo social de las mujeres ya no coincide con su tiempo biológico. La fertilidad de las mujeres disminuye tal y como se avanza en la treintena.
Igualmente, la opción de estas mujeres es ser madre en el marco de una relación estable. La maternidad compartida, como parte de un proyecto de pareja, aparece como una cuestión esencial, priorizable, en muchos casos, a cualquier otro aspecto. “Sin ella no hay hijo”, un hijo o una hija es la materialización simbólica del amor conyugal.
Plantearse la maternidad en el marco de una relación lésbica también implica reflexionar y elaborar respuestas sobre las cuestiones que produce un contexto social, en el que tradicionalmente se ha considerado a las lesbianas, únicamente, en términos de su sexualidad. ¿Es correcto traer un niño o una niña al mundo y criarlo en una familia lesboparental? ¿Serán los hijos e hijas de las madres lesbianas discriminados por la orientación sexual de sus madres? ¿Serán homosexuales los hijos e hijas de madres lesbianas? ¿Necesitarán los niños un padre en su vida cotidiana para desarrollar una identidad de género normal?
Estas cuestiones, que aparecen reiteradamente en el imaginario heterosexual y que les son, insistentemente, formuladas por personas de su entorno, han sido consideradas pero no han sido determinantes.
Por dar respuesta a la última cuestión, la mayoría de las entrevistadas defiende la necesidad de un ‘rol masculino’ frente a un ‘rol de padre’, no pareciendo necesaria la presencia de un hombre que asuma el rol de padre en la vida de sus hijos e hijas. La ausencia de un padre social se ve compensada con la presencia continua de modelos masculinos en el entorno.
Plantearse la maternidad en el marco de una relación lésbica implicaba, en además, la consideración de otras cuestiones: ¿Qué vía de acceso a la maternidad tendrá menor impacto sobre las relaciones de pareja? ¿Cuál de las dos será la madre biológica u adoptiva (o lo será primera)? ¿Cómo garantizar el reconocimiento y los derechos de la madre no-biológica o no-adoptiva? ¿Qué tipo de relación establecerá cada una? ¿Cómo repartir los roles respecto al niño o la niña?
Para algunas mujeres existía una clara jerarquía de preferencias en sus elecciones para la consecución de la maternidad, aunque elecciones iguales podían responder a lógicas muy diferentes. En los procesos de negociación de la maternidad, la elección de la reproducción asistida o la adopción, se haya atravesada por las ideas culturales asociadas a las mismas, especialmente en relación a las relaciones biológicas, pero también por factores emocionales, económicos, o legales.
Desde finales de los 80, con el acceso a la adopción y a las técnicas de reproducción asistida, se supera la vía 'natural' para acceder a la maternidad, las relaciones heterosexuales, pudiendo incorporar criaturas a sus familias sin comprometer su identidad sexual.
Sin embargo, aquellas parejas que eligieron la maternidad conjunta durante los 90 y los primeros años 2000 debieron enfrentarse a la controversia cultural que generaba la maternidad en el marco de las familias lesboparentales, y que tenía su reflejo en un marco legal muy restrictivo. La legitimidad de las configuraciones familiares imaginadas o creadas por las mujeres lesbianas, era interpretada en términos de su similitud o alejamiento de la ideología normativa del parentesco.
Desde esta perspectiva, la biología es el elemento que parece centrar la asimilación o ruptura del parentesco lésbico-gay con las formas tradicionales de parentesco occidental. Cuando en la construcción de sus relaciones familiares, lesbianas y gays, no consideran (o desplazan del centro de sus relaciones) el vínculo biológico, desde la ideología del parentesco normativo, estos vínculos, no son considerados ni reconocidos como relaciones de parentesco. Donde el lazo biológico es central (especialmente en los casos de maternidad biológica), desde esta misma ideología se puede interpretar que el parentesco lésbico/gay imita o deriva del modelo de parentesco normativo, pero entonces éste es objeto de controversia por no reconocer en las uniones de personas del mismo sexo el espacio legítimo para la reproducción biológica.
Estas mujeres, en sus elecciones, debieron considerar los efectos legales, sociales y emocionales que podían derivarse de las mismas. Una voluntad compartida de maternidad, no implica estar de acuerdo sobre el proceso, el momento o las elecciones. Para muchas parejas, compartir el proyecto parental deviene fundamental pero éste no está exento de abordajes diversos y desacuerdos.
A nivel legal, subrayar que hasta 2005 , la maternidad de una mujer en el marco de una pareja de lesbianas, no comportaba el acceso al parentesco de la otra. Las reformas legales que se producen entonces posibilitan, el matrimonio entre personas del mismo sexo , que en el marco de las parejas de personas del mismo sexo una de ellas adopte a los hijos e hijas de la otra y, la adopción conjunta en el caso de las parejas de personas del mismo sexo que convivan con carácter estable. Hasta 2008 no fue posible la filiación directa respecto de los hijos e hijas de parejas de mujeres que han nacido por técnicas de reproducción asistida.
Así, durante años, tanto la adopción como la fecundación asistida debían realizarse de manera individual, como si se tratase de familias monoparentales y, en muchos casos, ocultando la orientación sexual de la madre.
Si la opción de la adopción, más allá de los efectos de la falta de legitimidad legal de la filiación efectivo-social construida por una de las madres (y la consiguiente desprotección de esa relación), facilitaba el desdoblamiento de la maternidad, subrayando la dimensión social de la misma; entre aquellas parejas que escogieron la reproducción asistida, la presencia de conexiones biológicas tenía implicaciones diversas.
El hijo o la hija no pueden constituir el producto de la sexualidad procreativa de la pareja, no pueden ser la persona en que transcienda el patrimonio genético de ambas. Articular la conyugalidad y un proyecto maternal común en la coyuntura de la imposibilidad de compartir sustancias en el hijo o hija, plantea dos escenarios en relación a las conexiones biológicas: construir relaciones parentales en que las conexiones biológica y social sean equiparadas; o rendirse a una ideología del parentesco en que las conexiones biológicas confieren de una calidad especial a las relaciones, en detrimento de la madre no-biológica.
Las conexiones biológicas en las familias lesboparentales son objeto de elección y son simbólicamente reinterpretadas. María, una madre no-biológica que asistió al médico durante la IAD de su compañera, describía su presencia en términos de participación directa en el proceso. Ella no aportaba el material genético pero era la portadora que lo introdujo y que con su participación consumó una concepción que de otro modo no hubiese ocurrido. María se “apropiaba del semen” a través de la intencionalidad, de su contribución al proceso. En el imaginario de las parejas, la inseminación sustituye al acto sexual como acto y símbolo de la procreación. La presencia de la madre no-biológica tiene una importancia simbólica con efectos “reales”. La percepción de una participación al 50% en la concepción del su hijo o hija, en que la voluntad de concebir sustituye al material genético, construye simbólicamente la lesboparentalidad. Por otra parte, ser la madre gestante es considerado como un hecho coyuntural. El reparto de roles procreativos no responde a los condicionantes naturales en tanto que ambas pueden llevar a cabo un embarazo.
La biología es desplazada como la característica central y definitoria de familia, perdiendo su preponderancia en la fundamentación de las relaciones de parentesco. Es la voluntad de crear y mantener vínculos con la criatura que ha de nacer la que es reconocida como un acto de parentalidad. Como reflexionaba una informante, su hijo, era resultado del deseo de procrear dos personas y su situación no era percibida como esencialmente diferente a la de aquellos nacidos de IAD en el seno de parejas heterosexuales. Como su hijo, éstos sólo están conectados genéticamente a su madre, ya que ha sido igualmente necesaria la participación de un donante. Contrariamente, como todos aquellos nacidos antes de la reforma legal, mientras que en el caso de las parejas heterosexuales, el padre era reconocido social y legalmente como padre, en las parejas lésbicas la otra madre no era reconocida como tal.
El desplazamiento de las conexiones biológicas es fundamental en relación al donante. Al donante no se le reconocen ni derechos ni obligaciones, ni determinación legal de filiación. El donante tiene paternidad genética sin filiación. Pero la genética, por sí sola, deja de crear relaciones permanentes y el vínculo relacional, trasciende de lo biológico a lo social. La conexión biológica adquiere valor relacional y construye relaciones de parentesco, sólo, cuando existe voluntad de crear tal vínculo y a la conexión biológica le sigue la conexión social.
Sin embargo, algunas mujeres experimentan sentimientos contradictorios en relación al derecho del niño a conocer sus orígenes. En este sentido, algunas informantes defendían la posibilidad utilizar donantes anónimos en la concepción de sus hijos e hijas pero que éstos pudiesen conocer a sus padres biológicos, cumplida la mayoría de edad, si esta era su voluntad.
Por otra parte, entre las mismas mujeres que subrayan la dimensión social de la maternidad, el peso de la biología no está ausente en algunas decisiones. Algunas mujeres se plantearon crear vínculos de parentesco a través del donante (utilización del mismo donante para concebir a sus hijos e hijas) o hacerlo ‘dentro de la familia’ (donación de semen por parte del hermano de la madre no-biológica). Algunas mujeres hubiesen querido compartir el vínculo biológico de ambas madres con sus hijos e hijas, por lo que muchas imaginaban estrategias procreativas que posibilitaran compartir el proceso de la procreación por ambas madres. En la actualidad esa posibilidad es real a través de la donación de óvulos en el seno de la pareja (madre genética + madre biológica).
La conexión biológica es así subrayada o relativizada en función del contexto en que se haga presente, haciendo explícito que siempre hay elección tanto si la biología funda la relación como si no.

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